Cada vez la sociedad esta más concienciada de la necesidad de proteger la piel de las radiaciones solares, para prevenir el fotoenvejecimiento y el desarrollo de canceres cutáneos. Esta preocupación se centra en los meses de primavera-verano, pero debemos tener en cuenta que estos cuidados se deben realizar durante todo el año. Si bien en invierno hay que tener en cuenta otros factores como el frío, el viento, la humedad y los cambios de temperatura.

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Factores a tener en cuenta

Calefacción: Contribuye a la perdida de la humedad natural de la piel y, por lo tanto, de su elasticidad. Es importante mantenerla a niveles de temperatura medios (unos 20ºC) e instalar humidificadores en las habitaciones o recipientes con agua cerca de los radiadores. Otro factor a tener en cuenta es que el uso de radiadores o fuentes de calor (mantas eléctricas, bolsas de agua caliente, etc.) de manera continuada cerca de la piel puede provocar, a largo plazo, pigmentaciones y manchas cutáneas que pueden dibujar las venas superficiales de la piel. Este fenómeno, llamado eritema ab igne, era bien conocido por nuestros abuelos por el uso de braseros muy cerca de las piernas. Esta pigmentación u oscurecimiento de la piel es muy difícil de eliminar.
Viento: El viento es uno de los factores invernales que más contribuyen a la deshidratación cutánea, por lo que es importante proteger con ropa las zonas expuestas, como la cara y las manos; e hidratar con cremas las zonas mas delicadas y sensibles a la deshidratación, como los labios y el cuello.
Deportes de invierno: La practica del esquí u otros deportes de invierno supone una suma de factores lesivos contra la piel: Por un lado, la radiación UVA que se multiplica por el efecto de reflexión que tiene la luz sobre la nieve, con lo que la cantidad de ultravioleta que nos llega es mayor, porque la nieve actúa como un espejo que multiplica la cantidad de radiación. Durante la práctica de estos deportes es muy importante utilizar ropa y calzado resistente al agua, ya que la humedad mantenida en zonas como los pies puede provocar maceración de la piel, formación de ampollas y predisponer a infecciones por hongos o bacterias.
La congelación es otro peligro de los deportes de invierno, más frecuente en la práctica del montañismo. Las consecuencias pueden ser fatales, y entre ellas se encuentra la pérdida de miembros, los dolores neuropáticos (nerviosos) crónicos, etc. Es importante el uso de ropa adecuada y evitar los factores predisponentes: escasa alimentación, así como el uso de tabaco, alcohol o cualquier sustancia que pueda alterar nuestra percepción o sensibilidad corporal al frío.
Higiene: En cualquier estación, la higiene inadecuada, es uno de los factores que más influye en la deshidratación de la piel y en su más molesta consecuencia: el picor. Es importante que el agua no este demasiado caliente, ya que el agua caliente solubiliza con más facilidad los lípidos epidérmicos (grasa natural de la piel), del mismo modo que, cuando lavamos los platos, es mas fácil quitar la grasa si el agua esta caliente, por lo que es preferible emplear agua tibia y utilizar jabones dermocosméticos que contribuyan a mantener la barrera lipídica de la capa cornea; y no enjabonar a diario todo el cuerpo sino solamente las zonas de pliegues (ingles, axilas) o zonas donde la humedad pueda provocar desarrollo de infecciones. Y lo más importante: aplicar después de la ducha sobre toda la piel una buena crema hidratante.
Cambios de Temperatura: En general los cambios de temperatura bruscos contribuyen a deshidratar nuestra piel. Además, son un factor que empeora las enfermedades que cursan con trastornos de circulación periférica (varices, insuficiencia vascular, diabetes etc.). Deben evitar los cambios bruscos de temperatura las personas que sufran de Perniosis (sabañones) o Acné Rosácea. Así como evitar los factores predisponentes como el tabaco, la humedad, las fuentes de calor artificiales (acercar las manos a un radiador) y el frío.
Edad: Con la edad la piel adelgaza, tiene menos capacidad de retener el agua, por lo que es más seca y está más predispuesta a sufrir los efectos del frío, del viento, del agua y los jabones. Por lo que es muy importante que la gente mayor utilice crema hidratante a diario.

Zonas especialmente sensibles

Labios: En invierno son muy frecuentes las Queilitis:Deshidratación y descamación dolorosa de los labios provocadas por el frío, el viento y la falta de humedad (más frecuente en climas fríos y secos). Importante hidratar varias veces al día con un barra labial, que contenga fotoprotector solar si estamos en zona de montaña o de nieve.
Cara: Utilizar crema hidratante a diario. Que esta crema contenga fotoprotector solar si tenemos ojos claros o un tipo de piel claro, así evitaremos el desarrollo de manchas, arrugas o cánceres de piel.
Manos: Durante todo el año las manos son la zona del cuerpo mas expuestas a agresiones: jabones, detergentes, suciedad, radiación ultravioleta, viento, humedad, gérmenes... Es importante protegerlas del frío y viento con guantes, mantenerlas hidratadas con cremas barrera para protegerla de agresiones durante las actividades diarias, lavarlas con jabones dermocosméticos para minimizar la deshidratación provocada por el agua y el jabón y utilizar guantes para las tareas domésticas.
Pies y piernas: Es una zona donde la Xerosis cutánea (sequedad de la piel) puede ser mas extrema, es frecuente ver en las piernas de personas (sobre todo ancianos) que no usan cremas hidratantes, piel cuarteada, agrietada y abierta que recuerda a "tierra seca". Esta sequedad provoca mucho picor. Es importante evitar jabones fuertes, agua muy caliente e hidratar a diario con crema.

En resumen

Evitar el agua muy caliente, utilizar jabones suaves e hidratar la piel a diario, cuidando especialmente cara, labios y manos.
Protegerse del sol, del viento, del frío, de la humedad y de las radiaciones UV con la ropa apropiada y cremas hidratantes y fotoprotectoras.
Instalar humidificadores, evitar los cambios de temperatura bruscos y la exposición cercana y continuada a fuentes de calor (estufas...).

Fuente Dra Mónica Larrea García

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