Dolores musculares, cansancio, dificultad para dormir y alteraciones del apetito, son sólo algunos de los efectos visibles del exceso de ejercicio.
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Y es que este problema -que antes era casi exclusivo de los deportistas profesionales-, se debe a una excesiva tensión física y mental, que repercute en el rendimiento psicológico y fisiológico de nuestro organismo.
Las causas más frecuentes de este trastorno pueden resumirse en las siguientes:
- prácticas intensas y continuadas durante largos períodos de tiempo.
- aumento rápido en la intensidad del entrenamiento.
- tiempos de recuperación insuficientes.
- presencia de ansiedad, depresión, estrés o dietas estrictas.
Y si bien muchos de sus efectos son visibles a simple vista, también existe una serie de complicaciones que repercuten a nivel interno en el organismo:
A nivel muscular: presencia de dolor muscular y articular, que no desaparece después del descanso habitual. También hay un aumento de las lesiones.
A nivel cardiovascular: aumento de la frecuencia cardiaca y de la tensión arterial en reposo.
A nivel sanguíneo: disminución del número de linfocitos y gammaglobulinas, lo que produce una inmunodepresión del organismo, con el posible aumento del contagio de enfermedades infecciosas. También disminuyen las vitaminas C y B, aumentan los niveles de ácido láctico (lo que supone la aparición de fatiga precoz durante el ejercicio), bajan los niveles de testosterona, y se reducen también las proteínas totales.
A nivel metabólico: disminución de la eficiencia energética y pérdida de peso (que en ocasiones se manifiesta como anorexia).
A nivel neurológico: sensación de agotamiento y cansancio, alteraciones del ritmo del sueño (insomnio) y disminución de la destreza muscular.
A nivel psicológico: alteraciones del carácter (irritabilidad y agresividad) y disminución del rendimiento intelectual (falta de atención y concentración).
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